Desde un nuevo espacio mental

Los espacios mentales restringidos ofrecen cierta comodidad porque todo parece diáfano dentro de su mundo artificial, sin contradicciones, pero acaban generando intolerancia –que deriva en arrogancia– frente a lo distinto.

Todos los -ismos son espacios mentales de este tipo (los religiosos, los políticos, los culturales…), y siempre hay un -ismo más pequeño que restringe todavía más las leyes que rigen el que lo contiene.

El escepticismo y el espíritu crítico son fundamentales para no caer en ninguno de ellos, pero el precio de la libertad de pensamiento suele ser a veces muy alto, ya que aparece una realidad desconocida donde todo es volátil que puede llevar al pánico.

Pero que bien sienta aprender o vivir algo nuevo cada día que nos abra la puerta a un conocimiento o a una experiencia que nunca antes habíamos tenido; que nos lleve a construir un ser distinto al que éramos la noche anterior.

De todos modos, y a pesar de no ser conscientes de ello, siempre estamos en proceso de cambio, y es cuando no reconocemos eso y seguimos aferrados al -ismo más cómodo, que el cuerpo y el espíritu se vuelven rígidos hasta caer en el desequilibrio, incluso la enfermedad.

Y, aún así, cómo nos cuesta comprender que la razón de nuestros supuestos males no ha sido el azar, un virus malévolo o cualquier otro motivo, sino simplemente nuestra cerrazón mental y el bloqueo de la intuición que viene del alma.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *