Las palabras (IV). Exprimiendo los eufemismos

El lenguaje da para mucho. En cualquier idioma. Sobre todo si la mente que lo utiliza sabe cómo sortear ciertos límites o cómo confundir con expresiones que dicen lo que no quieren decir, o que dicen lo que realmente quieren decir pero con palabras que se mueven en el cable de un equilibrista.

Y ahí está el gran invento del lenguaje: el eufemismo. Es decir, cualquier palabra o expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada tabú, de mal gusto, grosera o demasiado sincera para ser soportada por los oídos ajenos; en especial, si son reticentes a escuchar entre frases porque equivale a aceptar el maquiavelismo de quien las pronuncia (como lo de leer entre líneas, vaya).

Encuentro algunos ejemplos buscando en la red: reducción de personal en lugar de despido; tercera edad por vejez; establecimiento penitenciario por cárcel; daños colaterales por muertes de civiles; y un largo etcétera. La máxima expresión del arte del eufemismo es la política, por supuesto.

Yendo un poco más allá, cuando a la necesidad de encontrar una expresión que no ofenda se le suma la clara voluntad de confundir a quien escucha para que acepte algo sin sentido o para que no vea el alcance real de lo que se dice, el eufemismo se exprime como se hace con ciertas leyes. Entonces aparecen expresiones como sano asintomático (confieso mi incapacidad de comprenderla), distancia social (es decir, cualquier congénere es un potencial infectado transmisor, como siempre ha sido, en realidad, porque vivimos inmersos en un mar de microorganismos), o confinamiento (se me ocurre simplemente estado de sitio para tener la población bajo control, a pesar de su dudosa efectividad).

Tres ejemplos de eufemismos perversos que nos está llevando a la desconfianza del otr@, al alejamiento, al aislamiento, a la confusión (cuando somos además una especie de mamífero con una necesidad imperiosa de tener contacto físico desde el nacimiento hasta la muerte), con lo que ello supone a nivel de conflictos psicoemocionales si se impide.

Los niñ@s pequeñ@s ya se están acostumbrando a ver a sus madres y padres tras máscaras que esconden la complejidad de expresiones del rostro, la parte del cuerpo con más músculos e inervaciones precisamente para mostrar la riqueza expresiva del ser humano. No somos realmente conscientes del impacto que se está generando en el inconsciente colectivo humano a dos o tres generaciones vista con todo ello. O quizás algunos, que han estudiado a fondo a Jung, si lo son, y nos toman por inteligentes asintomáticos.

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