“Pienso, luego estorbo”, una versión evolucionada de la frase de Descartes, expresada en una viñeta del gran humorista Forges. En otra, el propio Forges dibuja a un policía multando a un transeúnte por hacer caso omiso a una señal de tráfico en la que se prohíbe pensar; el agente, mientras escribe, le dice con sorna: “Vaya, vaya…, pensando ¿verdad?. Recomiendo buscarlas para disfrutarlas -ya tienen unos cuantos años-, porque el mensaje está más vigente que nunca.
Cada cual puede analizar a quién estorba con su manera de pensar (esto nos dará muchas pistas sobre las creencias y prejuicios que arrastramos desde pequeños), pero al primero que se debe estorbar es a uno mismo. Nuestro esfuerzo de “estorbo” tiene que ir dirigido a cuestionar las ideas que hemos fijado (y nos han fijado) en el consciente y, sobre todo, en el inconsciente, que nos lleva a elaborar respuestas automáticas que bypassan el cerebro reflexivo.
Cada idea ha de ser temporal, ha de tener fecha de caducidad (no hablo de valores, que en realidad se pueden contar con los dedos de una mano). Ha de ser un simple paso en el avance hacia un lugar mental distinto. Si nuestras ideas sobre el mundo continúan siendo las mismas año tras año (más todavía si en ellas se basa nuestro modus vivendi), quizás nos hayamos estorbado poco a lo largo de la vida. Y esto nos habrá hecho evolucionar también poco porque, sin darnos cuenta, habremos arrastrado toda nuestra existencia ideas ajenas, tanto heredadas como adquiridas. Es decir, habremos pensado a través de las mentes (e intereses) de otros.
Sea como sea, molestarse con pensamientos distintos nunca está de más. Hay que forzarse a pensar distinto, a aceptar por un momento que las cosas pueden ser diferentes a cómo creemos e imaginamos. Cuesta, en efecto. Pero estorbémonos siempre que podamos. Poner todo en tela de juicio; no dar nada por supuesto. Desde lo que recibimos durante la infancia hasta lo que aquellos a los que otorgamos el principio de autoridad nos dicen que es la verdad sobre el mundo en el que vivimos. Esto ejercita además el espíritu crítico y, de paso, contribuye a que no nos domestiquen, adoctrinen, condicionen y manipulen con tanta facilidad. No estaría de más volver a la escuela, en este caso para deconstruirnos.
2024-06-05