Vivimos en una realidad compleja en la que las fuerzas antagónicas se han compensado y reequilibrado desde el principio de los tiempos. Es lo que expresa el símbolo del yin y el yang, en el que lo blanco y lo negro se complementan en un círculo, separados mediante una línea curvada en lugar de recta, y en el que cada uno tiene algo del otro. Sombra y luz, calor y frío, masculino y femenino… Hay mil ejemplos. En ocasiones una parte parece tener más poder que la otra, pero al cabo de un tiempo sucede lo contrario, buscando siempre el equilibrio. El equilibrio dinámico, como el que mantiene con vida a los organismos vivos, siempre sujetos a cambios pero manteniendo también una estructura básica.
En el momento actual, parece evidente que existen fuerzas “oscuras” que se postulan con insistencia para manipular a la población mundial y someterla a unos nuevos principios de convivencia, con menos grados de libertad colectiva y con la sensación de que desean restringirlos todavía más. Ya ha sucedido en otras épocas. Siempre han existido élites que desean establecer regímenes de pensamiento único con apariencia de democracia. Cuentan además con que el síndrome de Estocolmo llevará una parte importante de la población a creer a pies juntillas las afirmaciones que se lanzan, como si fueran verdades absolutas, porque ésta se siente incapaz de reconocer que se la está manipulando con métodos poco ortodoxos, o porque simplemente ya le parece bien. El espíritu crítico tampoco no abunda, y el interés por aprender y conocer de primera mano muchas veces brilla por su ausencia, por lo que se junta el hambre con las ganas de comer.
Sin embargo, la luz también existe como contraposición a esa oscuridad que parece abalanzarse sobre todos. Porque cuando una habitación está iluminada y el exterior oscuro, al abrir la ventana la luz ilumina la oscuridad y nunca la oscuridad penetra en la habitación.
Por ello, y al margen de la opción que tome cual que se sienta contrariado por la situación actual (todas respetables, por supuesto, hasta el enojo más vehemente), mantener permanentemente encendida la luz interior es fundamental para no ceder a lo que a veces parece inevitable.
El movimiento Médicos por la verdad que se está extendiendo por diversos países es un buen ejemplo de ese esfuerzo por ofrecer otro punto de vista, desde el conocimiento científico riguroso y la reflexión, desde el respeto y la coherencia. No tienen a su alcance medios de comunicación de masas, pero el mensaje va calando (como el de otros movimientos sociales y profesionales) y contribuye a que el pensamiento único no sea ya una realidad imparable.
En todo caso, no se trata de quedarse con una sola perspectiva de la realidad, sino de construir un relato en el que todas las voces puedan expresar su opinión desde la libertad y la honestidad, sin responder a intereses cuyo objetivo no sea el bien común, sino el lucro particular o el simple poder. Quizás esto sea pecar de ingenuidad, pero me quedo con ello antes que encogerme de hombros y pensar que no existe alternativa.