Algunos límites hilarantes de la corrección política

Ninguna mujer está esperando ser salvada por un hombre. Ninguna mujer lo necesita. Se puede “salvar” a ella misma, si lo cree necesario. Tampoco ningún hombre, por supuesto. Porque cada ser somos una naranja completa con un potencial inimaginable. Si alguien todavía busca ser salvado o ser salvador de otra persona tiene un conflicto interior por resolver.

Blancanieves, sin embargo, sí espera que la bese su príncipe para despertar, y Cenicienta que el suyo la busque para probarle el zapato, o Rapunzel que utilice sus largas trenzas para subir hasta la torre y liberarla. Porque no son mujeres ni príncipes como tal, sino el alma y el animus que desean fundirse y completarse en el proceso de individuación del que hablaba Carl Jung.

Contar estos cuentos, como contar sobre dragones, lobos o todo tipo de fieras a los que vencer, o como contar sobre hadas y seres mágicos del bosque, es hablar de niveles de consciencia, de nuestro inconsciente, del proceso de evolución que todos realizamos en esta vida física para trascender hacia donde sea que nos corresponda o sintamos. Son cuentos para niños -tanto los de edad como los de espíritu-, en quienes la manipulación de las creencias todavía no ha dado algunos de sus frutos perversos.

No obstante, la torpeza de cierta corrección política aplicada a la igualdad de género (más que necesaria todavía en algunos casos, por supuesto), ha alcanzado cotas tan hilarantes que hasta quiere reescribir el argumento de dichos cuentos, desdeñando de este modo la profundidad de su simbolismo y de su valor para el crecimiento equilibrado de la persona; como el de las parábolas, metáforas o historias ancestrales que se transmiten en el imaginario colectivo desde hace centenares de generaciones.

Los estados de consciencia, afortunadamente, no están pendientes de dicha corrección, que sólo introduce ruido en nuestra mente para llevarnos a un plano superficial de banalidad racional e infantilismo. Aunque quizás no sea tan torpe como podamos pensar y forme parte de una estrategia conductista (en el peor de los sentidos) que quiere separarnos de los esencial para tenernos entretenidos con debates estériles y crear conflictos inexistentes con los que dividirnos todavía más. Hay que despertar también a eso. A mi parecer.

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