En el campo de futbol de una localidad situada a un centenar de kilómetros de Barcelona -tampoco importa demasiado el nombre, porque es probable que ocurra también en otras- una pancarta reza, con la mejor de las intenciones, lo siguiente: “XXX es anti… homófoba, fascista, racista, machista…”, con la palabra anti en mayúsculas bien visibles y en un color distinto cada una.
Las buenas intenciones, sin embargo, no siempre se canalizan de la forma más adecuada, a mi parecer. Porque las palabras, como bien se sabe, tienen el poder de alcanzar lugares profundos del inconsciente, sobre todo cuando otorgamos el principio de autoridad a quien las pronuncia o escribe. La comunicación en todas sus formas se basa en la administración de las palabras de acuerdo al sentido que les queremos dar, como es evidente, por lo que encontrar las más adecuadas para transmitir aquello que queremos proclamar es fundamental.
Todos estaremos de acuerdo en que la homofobia, el fascismo, el racismo… son actitudes deplorables y deberían ser comportamientos superados en la época en que vivimos -lo cual queda lejos todavía de la realidad-, pero escribir una y otra vez esas palabras, e insistir en ellas para proclamar que somos contrarios a lo que definen, les continua dando poder y las mantiene en nuestro imaginario colectivo y vocabulario como algo real y que se repite una y otra vez.
Sucede de este modo algo parecido a cuando le decimos a alguien -en especial a los niños- “cuidado, no te caigas” en el momento que están realizando alguna actividad arriesgada a nuestro parecer, porque esta construcción basada en la negación suele llegar al inconsciente como una orden completamente contraria a la intención inicial; de modo que le estamos diciendo al niño que se caiga, sin saberlo.
Por ello, prefiero abandonar el uso de prefijos como anti- o contra- (y su cierto sentido agresivo) a favor de otros como pro-, cambiando además las palabras que los siguen, porque desde esta perspectiva se persigue lo positivo del ser, lo creativo del lenguaje y del poder del individuo que se expresa desde la confianza, sin temor. La energía en lo creativo.
Quizás la pancarta debería rezar algo así: «XXX es PRO demócrata, humanista, equitativa, respetuosa…» Que cada cual encuentre los conceptos con los que se sienta más cómodo, aunque siempre analizando bien el trasfondo de lo que realmente se está transmitiendo. Para lo contrario ya tenemos los mensajes adoctrinadores de los medios de comunicación de masas o aquellos basados en el sentido de pertenencia excluyente (léase país, equipo de fútbol o cualquier otro colectivo que se construya en base a la afirmación de ser distinto y mejor que el otro).