Mis otros tantos yoes

En la excelente serie turca “Mi otra yo”, disponible en Netflix, se nos muestra la historia de tres amigas que se adentran sin saberlo inicialmente en el mundo de las constelaciones familiares, lo que les lleva poco a poco a comprender cómo la vida de sus ancestros impregna el inconsciente del sistema familiar hasta el punto de repercutir sobre su propio bienestar físico y psicoemocional. Como no podía ser de otro modo, y no hago ningún spoiler (también les recomiendo, si me lo permiten, mi novela “El despertar de la anestesia”, que va por ahí), la formación científica más rígida y ortodoxa de una de ellas, sumada a sus propios conflictos transgeneracionales, hace que se resista a aceptar que las constelaciones no sean algo más que el fraude de unos simples charlatanes.

Porque, en realidad, así está una parte de la ciencia y sus estructuras académicas, adoctrinando sobre lo que es verdad y lo que no, haciendo de la evidencia científica el dios al que adorar, y desacreditando todo aquello que no se circunscribe a las leyes de su paradigma, como si no existiera ningún otro. Como si no hubiera suficiente, por ejemplo, con el hecho de que la mecánica cuántica se desarrolló cuando el modelo mecanicista de Newton se agotó a la hora de querer explicar el funcionamiento del universo subatómico, abriendo un nuevo paradigma que pone patas arriba la incuestionable objetividad del investigador a la hora de estudiar el mundo que nos rodea. No existen evidencias científicas todavía para explicar ciertos fenómenos como el de las constelaciones, es cierto. Pero sí existen evidencias empíricas, concepto todavía más importante, en el sentido de que algunas cosas pasan y seguirán pasando a pesar de no tener todavía una explicación racional para ello.

¿Tanto cuesta probarlas y luego opinar con la mente abierta sobre lo que se ha sentido y vivido? Negar por negar, porque uno se resiste simplemente a aceptar que algo distinto y que escapa a las leyes aceptadas como válidas pueda estar ocurriendo, es en sí mismo ir en contra del espíritu científico, para el que la curiosidad y el interés por el conocimiento y la experimentación son cuestiones fundamentales.

En todo caso, siempre es recomendable realizar este tipo de prácticas con prudencia y el respeto por el prójimo, “material” muy frágil, como también lo somos nosotros mismos. Todo pide su estudio y práctica responsable.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *