En época de elecciones, como las catalanas de este momento (mayo 2024), el “nosotros” frente al “ellos” -aquellos, los otros, etc.-, toma una vez más toda su fuerza. El ego encuentra su máxima fortaleza creando rivales, sino enemigos, frente a los cuales posicionarse en un lugar distinto, siempre desconfiando. Esa es su razón de ser cuando no existe una mínima consciencia que lleve al individuo a separarse de toda la basura mental contenida en éste, construida y acumulada a partir de la domesticación experimentada desde el mismo momento de nacer.
Por ello, es frecuente que no se tenga realmente un paradigma distinto al del prójimo, sino que simplemente siendo “eso” que defiende el ego -insatisfecho siempre, por naturaleza- se encuentre algún tipo de reconocimiento que alimente el bucle y satisfaga expectativas, pero que esclavice todavía más a la esencia de la persona sin que ésta ni tan siquiera lo sepa.
El “nosotros” de la formación política y sus seguidores es una expresión más de esa necesidad del ego, trascendida al colectivo, de encontrar un punto de anclaje gregario. Y si -como en teoría debiera ser en este caso- existe un ideario repleto de buenas intenciones, el refuerzo positivo aporta todavía más satisfacción y le da más razón de ser a la postura personal. Y si no es en lo político, el ego tiene a su disposición otros muchos canales repletos de ideología a través de los cuales expresarse.
En todo caso, tener principios y tomar partido por ciertas ideas no parece negativo. El mundo evoluciona porque surgen nuevas formas de verlo y de querer transformarlo. Forma parte del juego de la existencia humana. Y cada cual puede creer y defender lo que desee, naturalmente. Pero tampoco positivo, porque la historia al final nos demuestra como todo se repite, con un simple cambio de escenario, época y protagonistas. Venimos repitiendo patrones y un modelo parecido de comportamiento desde el origen de los tiempos -que la parafernalia tecnológica no nos engañe-, porque el ego parece no haber evolucionado demasiado.
Por ello, expandir la consciencia y estar dispuesto a comprender la posición del otro también es una alternativa para el bien colectivo, aunque desplace al interés egoico individual a las antípodas. O, como mínimo, saludable para no enrocarnos cada cual en lo suyo y alimentar una vez más el “nosotros” frente al “ellos”. Después, podremos discrepar en cuanto al modelo a aplicar, si bien corremos el riesgo de acabar viendo que lo que nos aleja no son las ideas, sino los prejuicios y las creencias que nos aprisionan en nuestra visión. Cierto es que esta actitud autocrítica no proporciona tanta satisfacción al ego. Al contrario, le disgusta. Lo desmonta, porque significa dejar atrás ideas preconcebidas de las que somos esclavos -y adictos- y que nos aportan un confort y bienestar siempre ilusorio.
Se dice en budismo que gracias a que existe la ilusión, es posible la iluminación. El ego idolatra la ilusión. La consciencia no.
2024-05-03