¿Y si nos atrevemos a mirar arriba?

En la recientemente estrenada película “No mires arriba”, se muestra en clave de sátira la connivencia secular entre poderes económicos y políticos para tergiversar la realidad y su percepción colectiva, con el acompañamiento fiel de los grupos de comunicación, tanto públicos como privados (el periodismo crítico que contrasta fuentes, a mi parecer, quizás ya pasó a la historia).

No acabar la película pensando cómo de fácil es manipular la población (que somos todos), tengamos el nivel intelectual y formación que tengamos, lleva a cierta decepción con respecto a quienes nos gobiernan y dirigen, la mayor parte de los cuales ni tan sólo sabemos quiénes son.

En la película (no desvelo nada que no diga el resumen del argumento), un meteorito se aproxima a la Tierra, pero los dirigentes insisten en negar la evidencia, a todas luces incuestionable; lo que ocurre posteriormente es fácil de deducir haciendo el paralelismo con el momento presente.

Los políticos, más pendientes de su ego que del bienestar de su pueblo, esconden la verdad, cuando es tan fácil como mirar arriba y ver lo que ocurre, si es que se desea acceder realmente a ese conocimiento en lugar de taparse con la manta hasta la cabeza como hacemos de niños cuando tenemos miedo. Una cosa es el respeto a la autoridad y la otra la obediencia y confianza ciegas hasta el punto de dejar de ver lo que no tiene posibilidad de ser negado.

Los que somos miopes desde pequeños, lo somos porque hemos tenido algún tipo de dificultad para ver lo que sucedía a nuestro alrededor (algo nos dolía ver), y el cuerpo expresó su incapacidad de adaptarse a ello con la “malformación” del globo ocular.

Lo mismo nos ocurre ahora como colectivo humano. Nos duele ver lo que ocurre, a unos porque se niegan todavía a ser conscientes de la realidad que subyace a lo aparente, a otros porque la trascendencia nos obliga a ver con nuevos ojos y a transformar profundamente las creencias que nos soportaban hasta ahora.

Porque no mirar arriba equivale también a no mirar adentro, a no aceptar el poder personal de ser capaz de ver lo que realmente existe (aunque el exterior sea sólo el reflejo de nuestro interior, pero eso es otro tema), y no lo que “alguien” nos dice que es lo correcto.

Ahora bien, si no existe pensamiento crítico y cierto grado de coraje para practicar ese ejercicio, mejor continuar enchufados (aterrorizados) a la televisión para saber lo que tenemos que hacer y pensar en pos de nuestro bienestar, siguiendo anclados en la idea de que somos los buenos porque respondemos sin dudarlo a las directrices de la autoridad. Y ahí estamos…

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