En aritmética se suele utilizar la llamada “regla de tres” para resolver problemas de proporcionalidad entre tres valores que se conocen y uno que no, la incógnita. De este modo, se establece una relación matemática simple y directa que permite encontrar con facilidad el valor desconocido. En la realidad, sin embargo, la regla de tres no suele funcionar bien, porque el mundo es complejo, sistémico, está formado por innumerables variables y elementos que interactúan los unos con los otros constantemente, modificándose mutuamente y dando lugar a nuevos escenarios.

El cerebro racional, en cambio, tiende a clasificar y a buscar la mayor simplicidad, por lo que a veces suele acabar creyendo que la realidad es también así de simple, y la puede diseñar a su medida. Saca conclusiones fáciles y hace juicios de valor maniqueos (blanco, negro y nada de grises), que se convierten en afirmaciones absolutas. De este modo, se queda satisfecho por su lúcida capacidad de observar el mundo, sin hacer el esfuerzo en ocasiones de intentar ver que bajo la superficie siempre existen infinidad de capas distintas, quedándose con el postulado que más le conviene.

En los tiempos que corren, con mensajes de twitter o SMS que no dan para mucho texto ni reflexión, y con medios de comunicación que fomentan la pereza intelectual y el adoctrinamiento, esto está a la orden del día. El razonamiento de argumentos simples y lógica implacable se impone como la única forma de encontrar la verdad. Baste ver cómo se está justificando, incluso desde ciertos establishments “científicos”, el contexto epidemiológico actual.

El sistema más complejo del organismo humano, el inmunitario (cuyo objetivo no es defender al cuerpo del exterior, sino intercambiar información con éste para encontrar el mejor equilibrio en cada momento y situación), se dejado de lado como si no existiera, y se argumenta que el “virus/bacteria/compuesto orgánico” penetra por azar o mala suerte en el cuerpo y lo invade como si de una simple regla de tres se tratara. Una ofensa a la inteligencia, al margen de los conocimientos científicos que se puedan tener. Nunca nada es tan simple en el organismo humano, ni en ningún ser vivo o ecosistema, precisamente por el funcionamiento integral de todos los órganos, aparatos, tejidos, células… ¿Han oído hablar de la psiconeuroendocrinoinmunología, por ejemplo? Está bien entretenerse un rato en observar todos los conceptos que forman esta palabra y lo que describe.

Afortunadamente, el sentido común, que se apoya las más de las veces en la intuición (y ahí el corazón y el arquetipo femenino tienen un papel fundamental), es el mejor antídoto para no caer en las trampas de razonamientos aparentemente irrefutables detrás de los cuales a veces sólo hay la voluntad de transformarnos en seres de pensamientos simples, lineales y limitados.

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