Observando desde el milagro permanente

Un milagro es un cambio de percepción de la naturaleza de las cosas. Una percepción más profunda del orden natural. De este modo, la vida se convierte a cada momento en un milagro cuando se dejan a un lado ciertas creencias y se permite a la mente observar sin prejuicios, como hace un niño/a. Por eso no existe lo racional y lo irracional o supersticioso; existe lo racional y lo que la rigidez de la razón no puede encajar todavía en sus limitaciones.

Tomo prestadas las palabras de Charles Robert Richet, premio Nobel de medicina y fisiología en 1913, que hoy más que nunca son acertadas y necesarias: “Se dice que todos los fenómenos que actualmente aceptamos sin sorpresa alguna no excitan nuestra admiración porque los comprendemos.

Pero esto realmente no es así. Si no nos sorprenden no es porque los comprendamos, sino porque estamos familiarizados con ello; si todo aquello que no fuera posible entender nos tuviera que sorprender, nos tendríamos que sorprender de todo: la caída de una piedra que se lanza al aire, la bellota que se convierte en una encina, el mercurio que se expande cuando se calienta o el hierro atraído por el imán.

La ciencia de hoy es elemental (…). Las evidentes verdades que descubrirán nuestros descendientes están ahora mismo a nuestro alrededor, mirándonos a los ojos, por así decirlo, y, no obstante, no las vemos… Pero no es suficiente el decir que no las vemos: no deseamos verlas, porque así que un hecho inesperado y poco familiar se manifiesta, tratamos de fijarlo en el marco del conocimiento común ya adquirido, nos indignamos ante la perspectiva de que alguien se atreva experimentarlo más allá”

Fragmento extraído del libro Autobiografía de un yogui, de Paramahansa Yogananda.
No se podía haber dicho mejor.

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